martes, 27 de agosto de 2013
Cerré mis ojos, jadeaba agotado, el aire frío recorría todo mi cuerpo y el
sudor bajaba por mi frente.
Sabía que estaba rodeado y demasiado cansado de la batalla para mantenerme
mucho tiempo en pie, pero a pesar del cansancio me negaba a soltar la espada y
el escudo, ellos y yo éramos uno.
La desesperación de la situación invadió mi vida, la rabia y el temor se
apoderó de mí ser ¡no vi salida!
Perdí la fe.
Entonces ellos atacaron, un golpe, luego otro y otro y otro caí de rodillas
el fin estaba cerca, levante mis ojos por última vez
al cielo y pensé ¿Por qué estoy aquí?
Y me recordé perdido y a oscuras como me encontraba ahora. Estaba solo y
lleno de tristeza, en un callejón perdido de una ciudad perdida, ahí estaba yo
llorando y recuerdo verlo a El tan seguro y determinado acercándose a mí, me
rescato y se convirtió en mi padre y me prometió que siempre estaría a mi lado.
Abrí mis ojos el enemigo se abalanzo sobre mí, el miedo dio paso a la
esperanza de que El siempre estaría a mi lado.
El resto es historia. Y no importa lo que paso pero lo que sí sabemos es
que El padre siempre estuvo ahí.
______________
Esta breve historia la escribí hace tiempo
y en ella intento reflejar que los cristianos somos grandes guerreros, que
estamos en la batalla y luchamos por nuestras vidas y por las vidas de los
perdidos.
EFESIOS 6: 10-13
Por lo demás hermanos míos, confortaos en
el señor, y en la potencia de su fortaleza.
Vestíos de toda la armadura de Dios Para
que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo porque no tenemos
lucha contra carne ni sangre; sino contra principados, contra potestades,
contra señores del siglo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias
espirituales en los cielos.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes acabando todo obra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios: